cada uno de mis artificios En qué tiempos de insensatez perdí la cordura, será que ese cordón no me ata más, no tiene más amarras para mí, delgado hilo, me es más cercano el dolor que la confortable idea de lo que colectivamente se sustenta como “cuerdo”.
La herida es mi propia existencia y mi lamento es un grito interno que no calla pero tampoco grita al mundo su agonía, así, sigo sin permanencia en mí. La insuficiencia reta y orilla a la cornisa o a la generación, lo novedoso es que tal decisión aparece como una acción sin precedente, vida o muerte, muerte o vida, pero sigo sin tomar camino y el ansia reincidente me ofrece el descenso y el olvido.
He mantenido suficientes creencias que he invalidado en el hastío, los pensamientos de otros se agotan y nada, aparente incurable colectividad dicta lo que debo o no, lo que tiene que ser, lo que “es”, lo que representan mis actos para el espectador en turno; se me muestra nulo mi empeño enloquecido por defender este segmento de tiempo y mantener este espacio como mi dominio. Así ha sido el defender desde mi nombre hasta un respiro. Yo sé que no puedo ser sólo esto y no obstante es todo lo que he sido.
Cómo he pretendido mantenerme con argucias y acallado mi conciencia, cómo he podido engañarme hasta el hartazgo y creerme esta absurda ficción. Entonces, mi carne se hincha y se arde, el estímulo viene y va… y yo sin saber responderle al mundo desde mi verdad. Tal es el miedo de ser que he evitado estar en mí. Y dividida es pues la historia de esta mujer que está fuera de sí, esa que es hoy aquí, que soy yo.
Esta es mi carne que habla, mi carne que duele y no sostiene más que la muerte. La mirilla por la que el alma observa se ha estrechado por la constricción de mi ceño. El centro, mi interno, no deja de hablarme pero, de momento, no puedo escucharle por este frío en el que se envara el recuerdo de la caricia original, roce suave que alguna vez me extrajo la espina.
Este cuerpo lleva hoy en cada poro la ausencia, este cuerpo que sufre mi definición, mi delineación dentro del universo. …Individual, qué remedio, qué hacer con esto, sucede que ahora ignoro si alguna vez he sabido ser un “yo”, sí, este yo. ¿Será necesario, una vez más, tender hacia un “sentido”, hallarse entre otras pieles ambulantes y entrelinearme en sus relatos humanos, en lo “cotidiano”?, pero ¿cómo dirigirme al otro si no he volteado hacia mí?, pero es que me aterra el espejo. ¿Cómo se sosiega esta tremebunda sensación de ser abandonado por sí mismo? Acaso, se arranca la piel para encontrar algún vestigio o es ahí, en el gemido, donde la existencia abre su paso.
Ese dolor primario permanece como única huella de lo otro… de aquel que busco, de aquel que está a través de este agujero, misterio profundo que enhebrado en mi alma, en mi cuerpo y mente clama sobre mis cuerpos su victoria, estremece mi palpitación y lleva inagotable esta extenuante e inconciliable dolencia, me hace presente su ausencia. Cebo mágico, mordí el anzuelo.
Y se le suma el dolor de no entender, de ignorancia, y el dolor del conocer: vida o muerte, muerte o vida.
Pese a todo, ya nada que no hable con voz honesta en bienvenida, basta de perfidias y de insensatez, he muerto abandonada en la miseria a la que me condene por odio, por odio hacia todo lo que de mi había de venir, restringida y segmentada por mi mano tirana -ya sé- suelo acompañarme como la peor de mis enemigas. Indebido acto el ir contra de mí y suficiente ha sido el dolor y la exposición a más daño, he de desistir y en el amor resurgir en consecuencia; me he mantenido en lo múltiple sin permitir unión entre mis partes, he inhibido mi volición y mi suficiencia, he vivido como debe vivir la incoherencia, por eso hoy decido morir, permitir de una vez lo inevitable, allanar el camino con mi disolución, por bendición ya no más este acto inútil de no ser Yo. Amante devengo en mi camino y esa caricia interna será evocada a partir de la extinción de cada uno de mis artificios.